Nos quedamos en China.
(El sabio Ta Mo y el emperador Wu de la dinastía Liang).
En harapos y con unos dientes menos, una argolla en la oreja izquierda y una mirada que refleja el más allá, precedido por el relato transcultural de lo imposible, que reconocerían incómodos los poderosos por las oleadas de incienso que a su paso encendía el pueblo y que subían a palacio desde las ruidosas calles, no más desembarcar en Cantón, viniendo desde la India en el 524 de la era católica, Boddhidarma (Ta Mo para los chinos), el hombre número 28 desde Gautama Sakyamuni, en recibir el sello secreto del ojo de la ley de la sabiduría transcendente, en transmisión directa, más allá de las escrituras, de corazón a corazón, fue invitado a presentarse ante el emperador. Sin prisa relata la glosa, el siguiente diálogo atemporal.
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